lunes, 29 de diciembre de 2008

Tras de ti

Te veo. Estás ahí, sentada sobre la arena, frente al mar. Arrancas caracoles incrustados en el suelo y los arrojás lo más lejos que podés. Algunos llegan hasta el agua e impactan contra las olas, las atraviesan y las gotas salen disparadas. Intentás romper las olas, las más pequeñas, las que están ya por desaparecer, sobre la orilla. Las olas que se encuentran más cerca. Y no lo logras. Las olas desaparecen por sí solas. Las atravesás pero ellas se regeneran, cubren rápidamente el hueco que dejó el caracol con otro poco de agua y luego sí, desaparecen. Entonces el mar se retira y luego vuelve a aparecer y llega nuevamente a la orilla, otras olas, un mar insistente. Los caracoles que arrojas atraviesan las olas y luego se hunden por su propio peso: se mezclan con la arena mojada para quedar enterradas en el fondo del mar. Tus largas uñas se llenan de arena cuando arrancas los caracoles. Pareciera un mecanismo de defensa. El mar y la arena contra vos. Miles y miles de kilos de arena no entran en ese recoveco que queda entre tus dedos y tus uñas. Supongo que después con la punta de un lápiz o un escarbadientes intentarás quitártela. Vos contra la arena y el mar y yo, mientras tanto, te veo.
En la playa no hay viento. Tu pelo no se mete dentro de los ojos. Eso ya no pasa. Tu pelo tapa eso granos de la espalda que tanto te molestan. Te estoy viendo en este preciso momento. Te observo directamente pero vos mirás al mar. Pero yo también miro el mar. De modo que vos a mí me das la espalda. Quizás ni siquiera sepas que yo me encuentro tan solo algunos metros detrás. Yo estoy parado y vos estás sentada. Entonces veo, desde más arriba, a vos al mar y al sol. A ese sol que se esconde cada vez más. Y vos no haces nada para evitarlo. Ni siquiera lo intentas. Tampoco se si te interesa hacer algo para que el sol no se esconda. Yo sin embargo (que sé que me interesa) tampoco hago. Tan solo me quedo parado algunos metros detrás mirándote arrojar caracoles al mar. Y me doy cuenta que preferiría dejar de sentir y convertirme en piedra y luego en arena, para que vos me agarrares y tener algo de suerte y quedar entre tu piel y esa suave costra de calcio que son las uñas. Pero después claro, con un simple escarbadientes me limpiarías y ahora desde el suelo te observaría. Yo convertido en arena, descartado de tus uñas y sin sentir te seguiría viendo desde otro lugar. Sin embargo creo que vos intentás que yo sea el mar y lastimarme con esos pequeños caracoles. O no, mejor aún: intentás que los caracoles lleguen al sol, para avisarle que no querés que se vaya aunque yo estoy ahí nomás, unos pasos detrás de vos. Pero el sol se irá, indefectiblemente se irá y yo no seré ni mar ni arena. Todo eso no pasará y yo estoy detrás de vos y sólo veo como dejas que el sol se esconda, que se pierda en la noche.
Sin haber visto tu rostro me doy cuenta que hace algunas horas lloraste pero ya no. Ahora sólo te dedicas a arrojar caracoles al mar, mientras el sol se esconde y yo sigo mirándote, respirando, sin que te des cuenta de nada. Pero el sol se terminará de esconder y quizá de eso tampoco te des cuenta pero en algún momento ya no tendrás más caracoles que arrojar contra el mar y te agarrará hambre y te levantarás para irte. Te pararás y darás media vuelta y en ese momento me verás.



Tras de ti quedaba
me vi
miraba la nada
sentí

Que te ibas yendo
sola y sintiendo
que el miedo es tiempo.

Lluvia en tus cabellos
por mí
mil noches oscuras
temí.

Te vi llorando
quedé pensando
siempre el pasado.

Si tú te quedas
te estás matando
y en los sollozos
te vas quedando
luego sentías
tu alma en la mía
y esa mirada
que va llevando.

Letra y Música - Eduardo Mateo

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1 comentario:

E.- dijo...

no lo leí. pero igual te queria decir que tengo ganas de verte. la prox que nos juntemos venite. no te ortives. en serio.